Nos denunciaron la existencia de un caballo emparedado. No nos lo podíamos creer. Pero fuimos y allí estaba, entre cuatro paredes sin salida, lleno de excrementos hasta las rodillas, delgado al extremo y con un ojo reventado por un objeto punzante en una granja de cerdos.
Tenía apenas cuatro añitos. Hoy con 16 vive feliz y juguetón en Todos los Caballos del Mundo pero necesita padrinos.
Es bueno como el pan, pero la gente no se fija en él tal vez por su ojito.
¿Te animas a Apadrinarlo?